A través de esta nota quisimos hacer un seguimiento a los 20 becarios en áreas prioritarias en resiliencia ante desastres de Becas Chile ¿Qué los motivó a especializarse en esta área? ¿En qué países y universidades estudiaron? ¿Cuáles han sido sus mayores aprendizajes? ¿Qué hace falta desarrollar en Chile en materia de desastres? Aquí te contamos las experiencias, aprendizajes y visiones de 14 de ellos tras haber realizado sus estudios de postgrado en el extranjero.
Por Carolina Vega y Ricardo Ortega
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Los años 2018 y 2019 Conicyt (actualmente ANID) decidió realizar a través de Becas Chile, una convocatoria en áreas prioritarias con el objetivo de “formar capital humano avanzado en el ámbito de: Recursos Hídricos; Resiliencia ante Desastres de Origen Natural y; Transformación Digital, en cualquier país excepto Chile, para que los graduados, a su regreso a Chile, apliquen los conocimientos adquiridos y contribuyan al desarrollo científico, académico, económico, social y cultural del país” como se señala en las bases de la convocatoria. Entre ambos años, 136 personas fueron seleccionadas para las Becas Chile en áreas prioritarias. De ellos, solo 20 pertenecen al tema de resiliencia ante desastres de origen natural.
La experiencia en Reino Unido y su aprendizaje
Seis de los 14 becarios entrevistados eligieron Reino Unido para su especialización. Es el caso de Armando Caroca, arquitecto que recién egresado tuvo su primer trabajo en Techo Chile, en Copiapó y quedó “enamorado” del lugar. Por esa razón visitó la zona cuando en 2015 ocurrió el aluvión y lo que vio quedó en su retina: “me pareció un tema interesante ir a estudiar las consecuencias del aluvión en Copiapó, pero desde un punto de vista más urbano, dejando un poco la arquitectura y enfocándose más en la planificación urbana”. En 2018 consiguió la beca para estudiar en el University College of London (UCL), donde investigó sobre los efectos de la actividad minera en Copiapó: “A medida que fui estudiando los aluviones de 2015 y 2017 me di cuenta que el mayor problema de la zona no eran los aluviones, sino los relaves y la actividad minera en general, que ese era el desastre cotidiano y permanente con que la región interactuaba”, explica sobre su tema de estudio.
Al mismo programa y universidad, pero con un año de diferencia llegó Fernando Silva, también arquitecto, quien tras el incendio de Valparaíso en 2013 desarrolló su interés en los desastres urbanos. Durante sus estudios en Reino Unido, le llamó mucho la atención la anticipación y la mirada global con que se trabaja en este país: “allá las cosas se están pensando mucho antes de que sucedan. Y las experiencias se consideran a un nivel global, no solamente conectándonos con qué pasó acá en esta comunidad, sino que realmente comunicándonos con el resto del mundo para recopilar experiencia y poder anteponerse a los desafíos que se vienen a futuro”, enfatiza.
Otra arquitecta que se decidió por la misma Universidad fue Claudia Nicolini, quien también luego de su trabajo en Techo Chile se interesó en los desastres, interés que se profundizó al ver que actualmente en los asentamientos en Valparaíso se triplica el riesgo con el cambio climático y sus consecuencias. Por eso optó por un Máster en Medio Ambiente y Desarrollo sostenible de las ciudades: “En el máster me di cuenta que (en Reino Unido) había una mirada integrada para analizar todos los temas y que las soluciones eran también integrales. Cada solución no se daba desde la academia a una organización particular, sino que siempre era un trabajo colaborativo”, afirma sobre su mayor aprendizaje en el programa, que además, la sorprendió por la cercanía que existe entre alumnado y académicos.
También a UCL llegó el ingeniero civil, Matthias Fuentes, que partió su carrera profesional en una consultora de ingeniería estructural en el área energética. Siempre quiso estudiar afuera, por lo que realizó una búsqueda exhaustiva de programas, hasta que llegó a este Máster que se enfoca en ingeniería sísmica y gestión de desastres. “En la universidad me llamó mucho la atención la conexión con la industria. Esta conversación entre la academia y la industria siempre aporta. Las empresas nos hacían charlas, apoyaban con la tesis, fue muy enriquecedor. Yo tenía una idea de lo que quería estudiar y se te abre un mundo”, explica Matthias, junto con destacar la disponibilidad de bases de datos y catastros existentes en Europa para realizar estudios.
Camilo Morales, también ingeniero civil, optó por un programa en el Imperial College, de Londres, en su opinión, la mejor universidad en ingeniería geotécnica de Europa. “El máster me mostró diferentes especialidades que en Chile no se ven, problemas que quizás hay en distintas partes del mundo y que yo no estaba siendo capaz de ver, porque no pasan en Chile (...) por ejemplo, en Londres tienen mucho suelo fino, que en Chile es más raro. No porque no esté, sino porque en Chile se construye más en ciudades, como Santiago, con suelo grueso. Me sirvió para ver que existen otros campos en mi carrera que yo no sabía que existían”, cuenta Morales, quien al final del programa había conseguido una oportunidad de trabajo en Londres, pero decidió volver a Chile debido a la pandemia de Covid-19.
En el mismo país, pero desde una disciplina completamente distinta, José Suárez, sociólogo, asistió a un programa en la London School of Economics (LSE). Para Suárez el LSE, con un 86% de estudiantes extranjeros, ofrece una mirada global que fue un aporte muy interesante en su programa: “Primero, en Inglaterra hay esta forma de aprendizaje basada en seminarios, entonces hay mucha discusión entre los distintos estudiantes y profesores. Si vas a estudiar política pública, te das cuenta que el mundo es enorme. Pero al mismo tiempo, te das cuenta también que los desafíos no son tan distintos (...) la globalidad en desastres es un tema importantísimo”, afirma.
Becarios en Europa y Oceanía
La de Sergio Morales es una historia distinta al resto de los becarios. Licenciado en Pedagogía en Ciencias, gracias a un convenio entre su universidad y Sernageomin comenzó a trabajar en el Observatorio Volcanológico de los Andes del Sur (OVDAS) siendo aún estudiante, donde se fue desarrollando en el área volcánica. Quiso profundizar sus conocimientos, pero en Chile ningún programa lo aceptaba por su carrera de origen: “nadie es profeta en su tierra”, comenta. Fue así como desembarcó en un Máster en geofísica en Granada, España, donde según cuenta lo recibieron con los brazos abiertos y se dedicó a perfeccionar lo que ya había aprendido en Sernageomin. Dice que llegó al lugar “menos europeo de Europa”, pero algo llamó profundamente su atención: el número de especialistas. “Ellos tienen mucha más gente trabajando en esa temática, más gente para menos volcanes. Y eso hace un mundo de diferencia”, afirma.
También en España, estuvo Carlos Andrade, geólogo, que llegó a la Universidad de Barcelona porque quería estudiar riesgos geológicos en un lugar donde el contexto social se asemejara a Chile, y siguiendo a José Manuel Villaplana, un profesor que explica “es una eminencia” en ese registro. Realizó un Máster en Recursos Naturales y Riesgos Geológicos, y de su experiencia destaca el lugar que veía que ocupaban los expertos en el ecosistema de gestión de riesgos de desastres, quienes eran muy respetados en la sociedad: “El político entiende que la persona que tiene que salir a hablar es el especialista y no él. Pero el especialista también entiende que cuando hay que tomar una decisión es el político, y no él, pero va a estar asesorando”, explica.
Fernanda Martínez, ingeniera civil estructural, partió un poco más al norte, a la RWTH Aachen University en Alemania. Sobre lo que vio en este país explica que “ellos tienen otro tipo de cargas [en estructuras] que antes no había considerado, análisis de vibraciones que antes en Chile no había estudiado. Cómo se van propagando los daños, el efecto dominó, en Chile no lo había visto, nunca tuve cursos de componentes industriales”, explica la ingeniera sobre su programa. Además, el Máster incluía ramos sobre manejo de riesgos, estudios que realizó en los Países Bajos, lo que le permitió conocer cómo gestiona el riesgo un país que está construido bajo el nivel del mar: “ellos tienen megaestructuras, diques, puertas, porque el país está construido bajo el nivel del mar, le quitaron terreno al mar. Y ellos se sienten seguros al respecto”.
A la misma universidad y programa asistió el ingeniero civil Sebastián Levi, quien continúa en Alemania terminando su tesis. Trabajando en esta última, ha aprendido que “la norma del diseño sísmico de tuberías subterráneas, grandes líneas de transporte de gas o petróleo, en Chile está bien en pañales, es muy escueta. Está un poco desactualizada al estado del arte o a la investigación que se ha hecho en otros países menos sísmicos, como los europeos, que ahora están actualizando su norma y viene bien estricta”. Antes de la beca, Levi trabajó en distintos proyectos, dedicándose sobre todo al cálculo estructural. Según cuenta durante su trayectoria profesional no vio nada de estructura industrial, por lo que eligió este programa que prepara para enfrentar desastres o accidentes que afecten al sector industrial.
Muy cerca, a Dinamarca, viajó la ingeniera en recursos naturales renovables, Nora Fredericksen, atraída por la experiencia del programa y su interdisciplinariedad. Durante su trayectoria profesional Nora empezó a interesarse por temas relacionados a desastres y a fenómenos naturales. Del programa destaca su interdisciplinariedad, ya que “los profesores eran de distintas áreas, muchos del ámbito de ayuda humanitaria, salud pública, el profesor a cargo era de sociología. Te entregaba una visión más completa de los desastres”, señala. Junto con eso tuvo la oportunidad de hacer trabajo de campo en una pequeña comunidad de Nepal, donde realizaron un proceso de investigación participativa para detectar riesgos a los que estaba expuesta la población.
En Suecia, Carla Lanyon, también ingeniera en recursos naturales renovables, eligió un programa en el Centro para la Resiliencia de la Universidad de Estocolmo, quienes según explica, son precursores del concepto de resiliencia socioecológica: “Yo creo que lo que me parece más interesante es cómo ellos han definido la resiliencia y cómo han logrado definir ciertos principios o criterios que se sustentan en los principios ecológicos de la resiliencia. Y también cómo ellos han tratado de mover ese paradigma más transdisciplinario, incorporando elementos sociales, políticos y de gobernanza”, afirma.
Al otro extremo del mundo, en Australia, la geóloga Rayén Gho optó por un Máster en Ciencias Medioambientales, en la Universidad de Western. Interesada desde la infancia en los volcanes, tras la erupción del Chaitén, en el cordón del Caulle, esa atracción se intensificó. Sobre su experiencia en Australia cuenta que “lo que me llama harto la atención de acá, al menos en mi universidad, es que las carreras están todas juntas en una misma facultad. Es mucho más fácil para ellos poder hacer este trabajo multidisciplinario. Existe mucha publicación de esa universidad donde trabajan geógrafos, economistas, geólogos... no se enfocan en una sola área, sino que ven el análisis de riesgos desde una perspectiva mucho más amplia, que permite hacer un análisis más completo”, comenta.
José Dulanto, ingeniero comercial, también realizó sus estudios en Australia, en la Universidad de Newcastle. Antes de la beca trabajó en el sector privado y en ONG’s en proyectos de sostenibilidad, donde según explica “conocí a un número importante de emprendedores sociales, micro y pequeñas empresas, con quienes me tocó trabajar en proyectos de generación de valor compartido, y me hizo ver el valor y potencial del emprendimiento como motor de resiliencia ante adversidades, sobre todo en un país acostumbrado a sufrir amenazas de carácter natural y antropogénica”. Eligió este programa porque relacionaba la resiliencia con el manejo de la sostenibilidad, donde explica su mayor aprendizaje fue “que los desastres no son naturales, pueden ser provocados por amenazas naturales, pero el carácter de "desastre" está determinado por la vulnerabilidad humana”.
Panorama laboral actual
Las experiencias de los becarios al terminar sus estudios han sido dispares: algunos de ellos como Rayén Gho, Sebastián Levi, Carla Lanyon y Fernanda Martínez, por ejemplo, continúan en el extranjero; las dos últimas consiguieron trabajo allí. También es el caso de Armando Caroca, quien continúa en Londres, donde ha colaborado con diversos proyectos de investigación e inició recientemente un doctorado en “Development Policy and Management” en la Universidad de Manchester.
Entre quienes regresaron al país, la inserción en el mundo laboral ha sido en distintos sectores. Algunos como Sergio Morales y Nora Fredericksen, regresaron a sus antiguos trabajos, en Sernageomin y la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático, respectivamente. Morales cree que en su caso se han abierto opciones en el campo de la ciencia de datos: “aprendes herramientas computacionales, de máquinas, programación, de sistemas de visualización (...) hay potencialidades que se pueden aplicar en otras áreas, no solamente en el tema volcánico”, comenta.
Existe coincidencia en la valoración de los becarios del programa Becas Chile en áreas prioritarias y su necesidad. “Si tú leías la razón para que existieran áreas prioritarias, el enfoque era lograr que en Chile seamos los expertos. Es del interés de todo el país, porque todos estamos bajo la misma amenaza sísmica, por ejemplo, este intercambio siempre es provechoso para todos”, explica Matthias Fuentes, quien a su regreso trabaja como ingeniero de proyectos en Antofagasta Minerals.
Sin embargo, también hay consenso sobre la necesidad de fomentar la inserción laboral posterior de los especialistas, para poder realmente realizar su retribución. En opinión de José Suárez, quien trabaja en organismo internacional, “sin espacios de incidencia seguimos llenándonos de especialistas que no tienen trabajo. Se escucha poco a los expertos, necesitamos tanto desarrollar áreas de desempeño del capital humano avanzado, como del desarrollo. El mercado no absorbe fácilmente este tipo de formaciones”, enfatiza.
En algunos casos, como el del geólogo Carlos Andrade, la experiencia ha tenido una buena valoración en el sector privado: “En mi empresa actual nuestra meta va de la mano de lo que yo fui a estudiar en Barcelona, les interesó mucho que yo hubiera hecho una tesis en avalancha”, explica. Camilo Morales, por su parte, a su regreso trabaja en una consultora, pero también hace clases en la universidad: “El máster me dio un soporte técnico para participar activamente en investigación”, añadiendo que está en el constante debate entre dedicarse a la academia o la consultoría.
Distinto es el caso de Fernando Silva, para quien la reinserción laboral no ha sido tan fácil: “Yo creo que tengo mucho más que aportar, aprendí mucho. Tengo más herramientas de análisis, pero eso no necesariamente se ve reflejado en beneficios profesionales. Estoy trabajando en mejoramiento de viviendas comunitarias, en proyectos del Serviu. Está bien, pero es un poco decepcionante saber que lo que uno trae no puede aplicarlo”, confiesa.
Interdisciplinariedad y trabajar con las comunidades: lo que falta en Chile
Sin lugar a dudas, hay coincidencia entre los becarios sobre los temas en que a nuestro país le hace falta mejorar en la gestión del riesgo de desastres, uno de ellos: la interdisciplinariedad y trabajo en alianza. Sergio Morales, apunta a la necesidad de una mayor sinergía: “Falta un mejor trabajo conjunto, entre instituciones y entre las universidades; en los hechos, no solo en las palabras, acciones reales. En Sernageomin nos hemos dado cuenta que con otras instituciones hemos tenido los mismos problemas, y estamos malgastando tiempo en resolverlos en paralelo siendo que hay cosas que ya están solucionadas y se podrían compartir”.
Nora Fredericksen, afirma que además de lo clave que es la articulación, “cuando trabajas con gestión del riesgo siempre la idea es involucrar a la comunidad, porque son los primeros en ser afectados. Desde ese punto de vista, la recomendación siempre es que sean las personas las que puedan orientar el trabajo. En eso el debate a nivel nacional da cuenta de que en Chile estamos muy débiles en prevención, los municipios no siempre están muy profesionalizados o cuentan con recursos”. En la misma línea, Claudia Nicolini afirma, que “siento que la academia está haciendo un trabajo gigante, pero que deberíamos involucrar más a la comunidades, porque el conocimiento de la academia se termina quedando en los papers o talleres”, concluye.
Para Sebastián Levi, además es muy importante una zonificación más estricta, sobre todo en el caso de algunas amenazas naturales y considerando los efectos del cambio climático: “Hay que tener cuidado, sobre todo contra maremotos y marejadas. Podemos zonificar pero la ley hay que ejercitarla cuando existen lugares muy peligrosos donde no se pueda construir. Por ejemplo, en el caso de los incendios que vemos en ciudades como Valparaíso. Va todo un tema social detrás, políticas estatales, planes a largo plazo, eso es lo que más se necesita en Chile”.
En opinión de Carla Lanyon, la comunicación y educación son claves por lo que cree que en el área de desastres faltan disciplinas que puedan entregar mejor los mensajes, más allá de las más técnicas: “La discusión no puede quedar solo en el profesional de medio ambiente, de recursos naturales u otro más técnico, sino que tiene que haber distintas disciplinas. Un periodista, un docente, cómo comunicamos los desastres, las estrategias, toda esa parte no está considerada. Cuando hablamos de comunicar, de educar, de transferir, esa parte no existe y yo creo que es súper importante”, explica desde Suecia.
Un poco más allá va Sergio Morales, para quien estamos al debe en la enseñanza escolar en el país: “Hace falta una atención mayor a la formación inicial de los estudiantes en la educación básica y media. Yo creo que para nosotros debiera ser un conocimiento base que las personas sepan que cuando hablan de un volcán o un terremoto, que desde la enseñanza básica tuvieran alguna asignatura solamente de fenómenos naturales, porque es algo que es súper adecuado al contexto chileno”, añadiendo que, además, ve necesario incluir está temática en la formación universitaria de los profesores.
En opinión de Jose Dulanto, falta mayor involucramiento del conocimiento local y tradicional, incluyendo las comunidades indígenas, dentro de las estrategias y políticas de manejo de desastres: “No sólo basta con el conocimiento teórico-práctico que entregan los libros y la investigación de punta, también existe un capital humano muy valioso dentro de cada comunidad, especialmente las que habitan allí desde hace siglos que cumplen un rol clave e irremplazable en la comprensión de los diferentes riesgos de desastres a nivel local y regional”, afirma.