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Incluso si el calentamiento global no supera los 2 ºC de aumento con respecto a la era preindustrial, la zona central de Chile se desertificará y la producción agrícola, sobre todo del trigo, decaerá de forma importante. La solución parece estar en una mejor gestión de los recursos hídricos y un cambio a cultivos que requieran menor humedad, como el mijo.

Imagen de portada: embalse el Yeso, Cajón del Maipo. Créditos: Víctor Román.

El reporte especial de Calentamiento Global de 1,5 °C del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), hecho público en octubre de 2018, fue lapidario: si queremos mitigar los peores efectos del cambio climático, debemos hacer cambios drásticos en la matriz energética antes de 2030. Para esa fecha, deberíamos haber reducido la emisión de gases de efecto invernadero en un 45% con respecto a los niveles de 2010 y en 2050 la emisión de estos gases debe ser cero (1).

El reporte —con contribuciones de 133 autores, basado en más de 6 mil publicaciones científicas y revisado por más de mil científicos (2)— advierte que el calentamiento se está acelerando y que si se alcanza el límite de 2 °C por sobre los niveles preindustriales (es decir, el límite acordado por el acuerdo de cambio climático de París), el doble de población enfrentaría escasez de agua respecto del escenario de 1,5 °C. Además de la ya casi inevitable destrucción de diversos ecosistemas (1), el límite de los 2 °C expondría a 1.500 millones de personas a olas de calor potencialmente letales y a cientos de millones de personas a enfermedades como la malaria (1, 3).

Una de las grandes preocupaciones de este escenario son las cosechas. Las áreas agrícolas del África Subsahariana, Asia central, Centroamérica y Sudamérica son especialmente vulnerables al aumento global de la temperatura (1). En otras palabras, en apenas una década el mundo podría estar viviendo una preocupante escasez de alimentos.

La situación de Chile no se ve particularmente auspiciosa. Hay investigaciones recientes que muestran un descenso paulatino de las precipitaciones en la Patagonia chilena durante las últimas tres o cuatro décadas (4), hecho que ha sido vinculado a la destrucción de la capa de ozono y al aumento de la concentración de gases de efecto invernadero. Además, luego de que el invierno de 2019 haya sido uno de los más secos en los últimos 60 años para Chile central, se declaró emergencia hídrica en 17 comunas de la Región Metropolitana, algo inédito en época invernal (5).

En este escenario, la investigadora del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile Maisa Rojas junto con Fabrice Lambert, del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, entre otros autores, publicaron en enero de 2019 una investigación sobre los cambios en las precipitaciones en regiones agrícolas considerando los efectos del calentamiento global (7). A través de un modelamiento meteorológico para cuatro grandes cultivos —trigo, soya, arroz y maíz, lo que constituye aproximadamente el 40% del total de las calorías consumidas a nivel mundial—, Rojas advierte la necesidad de implementar medidas de adaptación. De acuerdo con esta investigación, incluso en el escenario del límite de 2 °C del acuerdo de París, las cosechas se reducirán en forma drástica y el cambio de precipitaciones en Chile provocará la desertificación de la zona central, donde se concentra el 50% de las cosechas de trigo del país (7).

El trigo es una de las principales cosechas amenazadas por la aridificación de la zona central de Chile. Créditos: Claudio Sepúlveda Geoffroy

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Lluvia sobre mojado

Rojas, Lambert, Ramírez-Villegas y Challinor explican que, si bien un mundo más cálido significa mayores precipitaciones, las variaciones regionales pueden ser muy importantes. El clima es un sistema complejo en el que se entrecruzan el ciclo de precipitaciones y evaporación, la circulación atmosférica a gran escala y los contrastes entre grandes masas de tierra y agua, entre muchos otros factores. Según lo que explica la investigación, las regiones que actualmente son húmedas (como los trópicos y las latitudes altas) se harán más húmedas todavía, mientras que en las zonas subtropicales, donde ya llueve poco, lloverá menos (7).

Si bien las lluvias no son la única variable importante para la agricultura, los modelos de cultivos y clima indican que la productividad de los cultivos desciende en promedio 0,5% por cada punto de reducción de las precipitaciones (aunque hay una amplia variabilidad en esta cifra) (7).

Pero ¿es posible afirmar que los cambios en precipitaciones son explicables por eventos meteorológicos excepcionales o ciclos naturales? Según Rojas, siempre existe esta posibilidad: a esto se le llama la incertidumbre de si el cambio de precipitaciones es algo temporal o producto de variaciones naturales. Sin embargo, también existe un momento, llamado el tiempo de emergencia (TOE por sus siglas en inglés), en el que la magnitud del cambio de precipitaciones es mayor que la incertidumbre de estar ante un fenómeno particular o un ciclo natural (7).

El tiempo de emergencia de estos cambios es variable, pero algunas áreas, como Canadá, el este de Estados Unidos, el norte de Europa y Rusia tendrán un aumento de precipitaciones en 2020 si es que este cambio no ha sucedido ya. También se espera que las precipitaciones de las zonas intertropicales se incrementen pronto, en la década de 2030.

En tanto, el descenso de las precipitaciones en el hemisferio norte afectará alrededor del 11% de la producción global de trigo y el 8% de la producción global de maíz. Y, aunque en algunas regiones tropicales del hemisferio sur las precipitaciones aumentarán pasada la década de 2060, el hecho más importante es que, a mediados de siglo, se habrá hecho evidente la sequía de las áreas subtropicales del hemisferio sur. De acuerdo con Rojas, las regiones más afectadas serán el extremo sur de Sudáfrica, Chile central y las zonas sur y suroeste de Australia. En estas regiones, la sequedad aumentará entre un 10 y un 20%, principalmente a causa de la reducción de las lluvias en invierno (7).

Las cifras que muestran otros estudios son igualmente preocupantes: desde las décadas de 1960 y 1970 que la zona central y centro-sur de Chile se ha ido secando y eventos como la llamada «megasequía» de 2010-2015 podrían convertirse en la norma (8, 9, 10). Se estima que, hacia 2050, la zona central del país sufrirá mayor aridificación y la producción de trigo y maíz en Chile podría decrecer entre un 15 y un 20% (11).

Mitigación o resiliencia

Tanto la reducción como el aumento de la humedad en zonas agrícolas puede tener fuertes efectos en la producción de cereales. La baja en la producción puede darse por la falta de agua o, en el caso de las zonas afectadas por mayores precipitaciones, por un exceso de ella (sumado al aumento de probabilidades de inundaciones).

Considerando que muy probablemente la sequía se convertirá en la norma en Chile central durante las próximas décadas (7), será necesario adoptar medidas de mitigación y construcción de resiliencia. El informe del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR²) deja en claro que las respuestas de la sociedad a la sequía carecen de un marco de gestión coordinada de los recursos hídricos y solo un 6% de las estrategias adoptadas se enfoca en transferencia tecnológica para mejorar la eficiencia en el uso del agua (10). Lo habitual es que en estas situaciones el enfoque esté en las obras de ingeniería, en infraestructura, en subsidios agrícolas, uso de camiones aljibe y profundización de pozos. Sin embargo, lo más efectivo a largo plazo es construir mayor resiliencia.

El mijo es un cereal nutritivo, muy productivo y capaz de crecer en condiciones semiáridas. Créditos: Leon Kovacic.

El CR² destaca que cualquier reforma al régimen legal y constitucional de las aguas debería contemplar la sequía no como un evento excepcional, sino como una situación recurrente y prolongada, que debería existir un organismo de coordinación interinstitucional que se responsabilice de los recursos hídricos a nivel nacional (actualmente, hay múltiples agencias estatales con competencia en el tema), que no se puede esperar una solución que permita seguir consumiendo agua en la tasa y el modo con que se ha hecho hasta ahora y que se debe trabajar con un concepto de vulnerabilidad integral de los socioecosistemas (10).

Algunas respuestas pueden estar en el cambio de los actuales cultivos por otros que se adapten con mayor facilidad a las nuevas condiciones climáticas. El mijo, por ejemplo, crece bien en ambientes más áridos y libera menos gases de efecto invernadero comparado con otros cereales (12).

Lo más importante entonces, tal como revela el trabajo de Rojas y el informe del CR², es reconocer que la sequía extensa y constante será la nueva normalidad (7, 10). Enfrentar este desafío requerirá una coordinación entre el Estado, los privados y la sociedad civil, cuidado por los socioecosistemas y comprender que el agua dulce es un bien escaso que no puede aparecer solo porque se pague por él.

Referencias

1. Intergovernmental Panel on Climate Change. Global Warming of 1.5 °C [Internet]. 2018 [citado 28 de junio de 2018]. Disponible aquí.

2. Irfan U. Report: we have just 12 years to limit devastating global warming. Vox [Internet]. 8 de octubre de 2018 [citado 28 de junio de 2019]; Disponible aquí.

3. Xu Y, Ramanathan V, Victor DG. Global warming will happen faster than we think. Nature. diciembre de 2018;564(7734):30-2.

4. Garreaud R. Record-breaking climate anomalies lead to severe drought and environmental disruption in western Patagonia in 2016. Clim Res. 29 de enero de 2018;74(3):217-29.

5. Diario UChile. Gobierno decreta zona de emergencia hídrica en 17 comunas de la Región Metropolitana. diarioUchile [Internet]. 21 de agosto de 2019 [citado 30 de agosto de 2019]; Disponible aquí.

6. Álvarez G, Godoy M, Araya M, Ganuza I, Pino R, Rengel J, et al. Effects of Harmful Algal Bloom of Alexandrium catenella in the mass mortality of the surf clam Mesodesma donacium in Chiloé Island, Chile [Internet]. Galway; 2017 [citado 2 de julio de 2019]. Disponible aquí.

7. Rojas M, Lambert F, Ramirez-Villegas J, Challinor AJ. Emergence of robust precipitation changes across crop production areas in the 21st century. Proc Natl Acad Sci USA. 2 de abril de 2019;116(14):6673-8.

8. Boisier JP, Alvarez-Garretón C, Cordero RR, Damiani A, Gallardo L, Garreaud RD, et al. Anthropogenic drying in central-southern Chile evidenced by long-term observations and climate model simulations. Elem Sci Anth. 7 de diciembre de 2018;6(1):74.

9. Boisier JP, Rondanelli R, Garreaud RD, Muñoz F. Anthropogenic and natural contributions to the Southeast Pacific precipitation decline and recent megadrought in central Chile: ATTRIBUTION OF SOUTHEAST PACIFIC DRYING. Geophys Res Lett. 16 de enero de 2016;43(1):413-21.

10. CR². La megasequía 2010–2015: Una lección para el futuro [Internet]. Santiago: CR² – Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia; 2015 [citado 2 de julio de 2019]. 26 p. Disponible aquí.

11. Zambrano F, Vrieling A, Nelson A, Meroni M, Tadesse T. Prediction of drought-induced reduction of agricultural productivity in Chile from MODIS, rainfall estimates, and climate oscillation indices. Remote Sensing of Environment. diciembre de 2018;219:15-30. 12. Wang J, Vanga S, Saxena R, Orsat V, Raghavan V. Effect of Climate Change on the Yield of Cereal Crops: A Review. Climate. 15 de mayo de 2018;6(2):41.

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