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Imagen de portada: mapa topográfico en francés del monte Adams que incluye las amenazas en caso de erupción del volcán. Créditos: U.S. Geological Survey.

¿Qué daños puede causar una erupción volcánica y qué zonas son las más peligrosas? La academia suele responder esta pregunta con mapas detallados y complejos, pero la ciudadanía y las autoridades necesitan información simple, fácil de entender y veraz, para así poder tomar las mejores decisiones. Lo cierto es que crear mapas que sirvan para emergencias y planificación territorial no es fácil, y hasta la elección de colores puede ser un problema.

Sabemos cómo se producen las erupciones volcánicas. Sabemos que Chile es uno de los cinco países del mundo con más volcanes activos —un total de 90, según el Sernageomin— (1). Sabemos que un volcán puede producir gases tóxicos, flujos piroclásticos (fragmentos incandescentes de variados tamaños), lluvia de cenizas, flujos de lava, lahares y avalanchas (2) que pueden sepultar ciudades enteras. Pero, ¿sabemos comunicar estos peligros de forma efectiva para reducir el riesgo de desastres asociados a volcanes?

A diferencia de un terremoto o una tormenta, que nunca se sabe a ciencia cierta dónde provocarán más daño, muchas de las zonas expuestas más amenazadas por erupciones volcánicas pueden ser identificadas por los especialistas. Por ejemplo, se sabe que los lahares fluyen principalmente por los valles que nacen de un volcán. De hecho, en 1985, cuando ocurrió la tragedia de Armero (3, 4), en Colombia tenían un mapa de las zonas que podrían ser afectadas en caso de erupción del volcán Nevado del Ruiz (5) y Armero aparecía en un área identificada como peligrosa. Si bien el desastre que acabó con más de 20 mil muertos y una ciudad fantasma fue producto de una serie de negligencias y falta de coordinación, una buena comunicación habría sido clave para reducir el impacto del lahar que sepultó la ciudad: el mapa con las zonas de amenaza contenía información correcta, pero la presentaba a través de conceptos científicos y probabilísticos que resultaban poco comprensibles para las autoridades, los medios y la sociedad civil (5).

La comunicación efectiva en los mapas de amenaza volcánica es precisamente el tema que aborda Jan Lindsay en su artículo «More Than Meets the Eye: Volcanic Hazard Map Design and Visual Communication» (5), incluido en el libro Observing the Volcano World. Volcano Crisis Communication (Springer Open, 2018). Tal como explica Lindsay, estos mapas son usados para comunicar el tipo de amenazas que puede generar un volcán. Aunque estos mapas son muy útiles para, por ejemplo, determinar el emplazamiento de un nuevo poblado, no necesariamente sirven para momentos de crisis. En esas situaciones, la gente tiende a confiar más en sus primeras impresiones o en su intuición más que en un análisis exhaustivo de la información (5).

Por ello, la generación de mapas de zonas de amenaza no es algo que se pueda tomar a la ligera. La información que presenta, las claves visuales y el atractivo del objeto son esenciales para captar la atención de la gente y orientarla para que pueda tomar las mejores decisiones en una situación crítica.

Objetivos de los mapas

El sitio web de la Onemi contiene una aplicación gráfica interactiva que permite visualizar la exposición ante amenazas naturales llamado Visor Chile Preparado. Esta aplicación es una herramienta útil para conocer la exposición de una zona determinada ante tres amenazas: erupciones volcánicas, incendios forestales y tsunamis. La aplicación permite recorrer Chile a través de imágenes satelitales y revisar las áreas que son susceptibles de ser afectadas por esos fenómenos.

Imagen 1: Visualización de Dichato, Región del Biobío. Las áreas en rojo podrían inundarse potencialmente en caso de tsunami. Las líneas azules representan las rutas de evacuación a zonas seguras.

En el visor de amenaza de tsunamis pueden verse en rojo las zonas amenazadas de inundación; las rutas de evacuación hacia lugares seguros están marcadas en azul. El visualizador, que se encuentra en constante desarrollo y mejora, permite ver con rapidez qué zonas serían peligrosas luego de un terremoto en la costa.

Para utilizar el visor de amenaza volcánica se debe hacer clic en las áreas de interés y la aplicación indicará si ese sector es peligroso. El visor aún no detalla cuál es el tipo de amenaza de origen volcánico —flujo de lava, lahar, expulsión de material piroclástico—. Haciendo clic en el hipervínculo sobre la palabra «Sernageomin», se despliega un mapa con los peligros volcánicos de todo Chile (6).

Esta aplicación ha sido alimentada con información del Sernageomin, Conaf, el Instituto Geográfico Militar, la Subsecretaría para las Fuerzas Armadas y los planos de evacuación de municipalidades costeras.

Imagen 2: Visualización del volcán Osorno (abajo, a la derecha) y sus alrededores. Para mostrar una zona de amenaza, se debe hacer clic en el mapa. El área señalada como peligrosa corresponde al poblado de Las Cascadas, en la comuna de Puerto Octay.

Comunicar a través de mapas no es algo sencillo. El mapa que necesite un vulcanólogo será muy distinto al que querrá una autoridad municipal o el que interesará a los habitantes de un pueblo cercano a un volcán activo. Además, cada persona tiende a construir el significado del mapa a través de su cognición visual, su interpretación de símbolos, colores, formas y texto considerando sus conocimientos y experiencias previas (5). Durante una crisis, los mapas de amenaza pueden ser ampliamente distribuidos y no puede asumirse que las personas vayan a buscar más información que la presente en dicho mapa. Es decir, estos deben ser capaces de entregar la información esencial de forma simple y accesible (5). Pero ¿cómo se consigue este objetivo?

Imagen 3: Mapa del Sernageomin con zonas de amenaza volcánica en la Región de Los Lagos. Las áreas rojas presentan alto peligro de lavas, lahares, flujos piroclásticos y avalanchas. Mientras menor la intensidad del color, menor la amenaza.

Lindsay explica que lo primero es simplificar conceptos numéricos complejos como la dinámica de flujo de partículas y la incertidumbre probabilística (5). Simplificar los datos no es algo simple y no hay recetas claras, pero sí algunas orientaciones: reducir las zonas amenazadas a dos o tres grandes áreas, generalizar la información, no entregar más datos (ni menos) de los que necesite la audiencia y evaluar la claridad de los mapas directamente con la ciudadanía son algunas de las claves (5).

Para quién se hacen los mapas

En julio de 1995, entró en erupción el volcán Soufrière Hills en la isla caribeña de Montserrat. La actividad, que se extendió por casi dos décadas, provocó flujos piroclásticos que devastaron alrededor de dos tercios de la superficie de la isla y provocó el desplazamiento de un 92% de su población. Hacia 1998, un 70% de sus habitantes abandonó la isla (5, 7). El aeropuerto, tierras agrícolas y gran parte de la infraestructura administrativa, comercial e industrial fueron destruidas o quedaron inaccesibles (7).

Aun así, y considerando que el gobierno de Montserrat, la población y el gobierno británico querían alterar lo menos posible la vida de las personas y no poner en riesgo la comunidad de la isla en el largo plazo, se aplicó una estrategia reactiva. Es decir, no se evacuó inmediatamente a todo el mundo a una zona completamente segura, sino que se reaccionaba a los crecientes niveles de amenaza a medida que estos se identificaban. Por ello, se le dio gran importancia al monitoreo científico, a la anticipación y a la comunicación de riesgo de desastre a las autoridades y el público (7).

En este escenario, los mapas fueron esenciales para informar a la ciudadanía, establecer zonas de exclusión y de recuperación, considerando que era necesario aprovechar cualquier espacio seguro de la isla. Por ello, se experimentó con varios formatos y se descubrió que el formato mapa, que suele ser muy útil e intuitivo para el mundo científico, no lo es tanto para comunicar al público general. Por ejemplo, la población era capaz de orientarse e identificar hitos geográficos con mayor facilidad cuando la información se presentaba sobre fotografías aéreas o en perspectiva (5). La experiencia en otras erupciones volcánicas ha llevado a la misma conclusión: si bien los mapas planos son útiles para las autoridades, las representaciones en perspectiva son el mejor formato para la población en general (5).

Lindsay también destaca lo importante de entender qué sabe la comunidad que vive en la zona de amenaza volcánica y cuál es su valoración de la misma, en especial cuando se trata de pueblos indígenas. Resulta esencial trabajar con un lenguaje común, ya que esto facilita la transmisión de conocimiento y la confianza entre la comunidad, los científicos y las autoridades (5). Así, aunque pueda haber diferencias entre la comunidad y la ciencia sobre, por ejemplo, las causas de un lahar, ambas partes probablemente coincidan en que un valle que nace en el volcán es altamente peligroso. De la misma forma, pueden existir mapas que sirvan para comunidades y otros pensados específicamente para turistas —que incluyan recomendaciones básicas sobre qué hacer en caso de erupción o qué sectores de atractivo turístico podrían ser los más peligrosos— (5).

Tampoco se puede obviar la barrera del idioma: un mapa de amenaza en una región con población indígena debería estar también en su idioma, mientras que un mapa para turistas debe considerar como mínimo una traducción al inglés. Es decir, no se puede pensar en que un mismo mapa podrá ser usado por autoridades, por las comunidades y los turistas, por ejemplo.

Otras experiencias recogidas por Lindsay apuntan a siempre incluir números de versión del mapa que den cuenta de cuán actualizada está la información, además de una exención de responsabilidad. Asimismo, hay evidencia de que las personas comprenden mejor el mapa cuando se combinan degradaciones de color con datos numéricos (como la probabilidad de que se acumule cenizas en un área) (5).

Otro tema a considerar es el uso de color: los estudios revisados por Lindsay demuestran que la gente interpreta distinto un esquema de colores divergentes —como rojo y azul— con respecto a uno de colores secuenciales —de rojo a amarillo—. En el primer caso, las personas tienden a considerar que los colores divergentes muestran presencia o ausencia de peligro, mientras que en el segundo tienden a interpretar los colores como intensidad o grado de peligro (mientras más intenso el color, más peligrosa es la zona). Además, los clásicos colores del semáforo para mostrar peligro o seguridad (rojo y verde) pueden ser confundidos por personas con daltonismo (5).

Por ello, Lindsay recomienda a los creadores de mapas usar ColorBrewer (http://colorbrewer2.org), una herramienta para seleccionar esquemas de colores con las tonalidades, saturación y contraste adecuados para visualizar los mapas lo mejor posible y así prevenir problemas para las personas con algún tipo de discromatopsia. La herramienta ha sido desarrollada por Cynthia Brewer y Mark Harrower bajo el alero de la Pennsylvania State University (5).

Más de dos dimensiones

Aunque lo habitual es pensar solo en mapas de dos dimensiones, hoy en día hay diversas formas de trabajar representaciones de zonas de peligro en tres. De hecho, las personas tienden a interpretar mejor el terreno y las rutas de evacuación en este tipo de representaciones (5).

Para hacer modelos en tres dimensiones, lo común es pensar en visualizaciones digitales. Si se tienen suficientes recursos, estas pueden convertirse en modelos interactivos que muestren el avance de un lahar o la expansión de una nube de cenizas.

Pero no es necesaria la tecnología de punta para crear este tipo de modelos. Lindsay destaca la experiencia de Masantol, un municipio de la isla de Luzón, Filipinas, donde se trabajó en forma colaborativa en una maqueta de la zona (5). Este tipo de experiencias son una gran oportunidad para construir diálogos constructivos sobre los riesgos de desastre, para integrar el conocimiento local y el científico, así como para promover la cercanía entre la comunidad y las autoridades.

Crear un mapa de amenazas volcánicas puede —y debe— ser mucho más que simplemente crear un mapa. Para comunicar en forma efectiva se debe dialogar con las comunidades, considerar sus puntos de vista y su trasfondo cultural, así como aprovechar las experiencias previas. Esto significa que la creación del mapa deja de ser solo la transferencia vertical de conocimientos y se convierte en un intercambio, una oportunidad para mejorar la cooperación de las comunidades y la confianza en la gestión de riesgo de desastres.

Referencias

  1. Servicio Nacional de Geología y Minería. Alertas volcánicas [Internet]. sernageomin.cl. [citado 9 de julio de 2019]. Disponible en: https://www.sernageomin.cl/red-nacional-de-vigilancia-volcanica/
  2. Servicio Nacional de Geología y Minería. Volcanismo y peligros volcánicos: el rol del Sernageomin y los volcanes de la Región de Arica y Parinacota [Internet]. 2015 [citado 9 de julio de 2019]. Disponible en: http://sitiohistorico.sernageomin.cl/pdf/presentaciones-geo/volcanismo-y-peligros-volcanicos.pdf
  3. ElPaís.com.co. Armero, 30 años de una tragedia. ElPaís.com.co [Internet]. noviembre de 2015 [citado 10 de julio de 2019]; Disponible en: https://www.elpais.com.co/especiales/tragedia-de-armero/
  4. Ortega J. Armero, una tragedia permitida por la burocracia y la desidia. Agencia EFE [Internet]. 10 de noviembre de 2015 [citado 10 de julio de 2019]; Disponible en: https://www.efe.com/efe/america/sociedad/armero-una-tragedia-permitida-por-la-burocracia-y-desidia/20000013-2759969
  5. Thompson MA, Lindsay JM, Leonard GS. More Than Meets the Eye: Volcanic Hazard Map Design and Visual Communication. En: Fearnley CJ, Bird DK, Haynes K, McGuire WJ, Jolly G, editores. Observing the Volcano World [Internet]. Cham: Springer International Publishing; 2017 [citado 10 de julio de 2019]. p. 621-40. Disponible en: http://link.springer.com/10.1007/11157_2016_47
  6. Servicio Nacional de Geología y Minería. Peligros volcánicos de Chile [Internet]. Sernageomin; 2011 [citado 12 de julio de 2019]. Disponible en: http://www.visorchilepreparado.cl/descargas/Peligros_Volcanicos_Chile.pdf
  7. Kokelaar BP. Setting, chronology and consequences of the eruption of Soufrière Hills Volcano, Montserrat (1995-1999). Geological Society, London, Memoirs. 2002;21(1):1-43.

 

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