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Los desastres no impactan de la misma forma a todos los integrantes de una sociedad: no se ve afectado de la misma manera un grupo humano de altos ingresos, con buena salud mental y física, que grupos humanos de bajo nivel socioeconómico, con menores niveles de educación, con menos acceso a infraestructura crítica de salud y educación. Pese a este contraste evidente, caracterizar esta vulnerabilidad —la vulnerabilidad social ante desastres— no es algo sencillo, ya que depende de muchos otros factores además del socioeconómico.

Por Andrea Vásquez, geógrafa, MSc en desarrollo urbano
Imagen de portada: uno de los cerros de Valparaíso afectado por el incendio de abril de 2014. Créditos: Rafaela Ely


 

Cuando ocurre un evento extremo, como por ejemplo un terremoto, sus efectos no afectan de igual manera a todas las personas. No existe un principio de isotropía territorial que permita homogeneizar sus efectos y consecuencias en el territorio en el que ocurre, ni en las personas que lo habitan (Vásquez et al., 2016a).

Las personas que se ven más afectadas por este tipo de eventos viven en un contexto demográfico, socioeconómico y territorial —entre otras dimensiones— que incide en que, ante un evento extremo, requieran soporte adicional para poder hacer frente a las consecuencias de los desastres. En ese sentido, la vulnerabilidad social alude a un concepto complejo y multidimensional, y, por lo tanto, difícil de medir.

Las aproximaciones para abordar la vulnerabilidad social han sido muy diversas, pero resalta en algunas líneas de investigación la especificidad de casos de estudios a través de un enfoque centrado en la experiencia humana de la vulnerabilidad. En otros casos, en cambio, esta se aborda desde una perspectiva más generalizada, a través de la medición de las variables involucradas en la vulnerabilidad social como los esfuerzos centrados en la construcción de indicadores de vulnerabilidad social (Armas y Gavris, 2013; Cutter et al., 2003).

Las distintas dimensiones que han sido abordadas para medir y aproximarse al concepto de vulnerabilidad social tienen que ver, por una parte, con factores demográficos y el estudio de grupos que son proporcionalmente más afectados que otros en términos de salud, de pérdida de bienes, de requerimiento de apoyo externo para subsistir después de un evento. Estos grupos más afectados incluye adultos mayores (sobre todo adultos mayores frágiles) (Fernández et al., 2002), niños —en especial por su dependencia de adultos que toman decisiones para su bienestar, así como por la disponibilidad de servicios educacionales, que funcionan también como refugios después de un evento (Peek, 2008)—, población migrante —hay evidencia de barreras idiomáticas, pero también del desconocimiento de riesgos en el país de destino, así como desconocimiento de los planes de preparación (Bernales et al., 2019; Collins et al., 2013)—, personas con necesidades especiales y enfermos crónicos (quienes dependen de medicamentos o, en caso de necesidades especiales de tipo motora, ayuda adicional para iniciar la evacuación y mantenerse a salvo después de un evento) (Aldrich y Benson, 2007).

Entonces, la vulnerabilidad social —un concepto complejo y multidimensional— comparte ciertas dimensiones/mediciones con otros dos conceptos: pobreza y privación. 

Tradicionalmente, la pobreza ha sido medida a través de la capacidad de satisfacer las necesidades básicas. Sin embargo, al aludir a la multidimensionalidad de la pobreza, la discusión actual sobre este tema se ha complejizado (Ministerio de Desarrollo Social, 2015). Esto ha incidido en que algunos indicadores que han sido utilizados para aproximarse a la pobreza —como el índice de Desarrollo Humano o la misma pobreza medida por la encuesta Casen— ya no solo midan el acceso a recursos básicos de alimentación, agua potable y electricidad, por mencionar algunos, sino que también incorporen medidas de acceso a salud, educación, además de crear un perfil socioeconómico de la misma.

En resumen, la pobreza, así como la vulnerabilidad social, tiene relación con la dimensión socioeconómica que cruza otros factores de vulnerabilidad, como el perfil demográfico, educación, entre otros.

Otro concepto relativo a la vulnerabilidad y, en algunos casos, pobreza, es la privación. La privación surgió como concepto en Reino Unido y comenzó a ser medida hace algunas décadas a nivel de gobiernos locales (McLennan et al., 2011). El concepto de privación, a diferencia de la pobreza, se refiere a la carencia de áreas territoriales predefinidas (por ejemplo distritos, manzanas censales) respecto no solo a recursos financieros, sino que también a otras dimensiones, dentro de las cuales se han incorporado la privación educacional (rezago escolar), privación en salud (años de vida potencialmente perdidos según el área de residencia), privación laboral (cesantía, acceso a capacitaciones), discapacidad, privación de acceso a vivienda (tanto materialidad de vivienda, como restricciones financieras para acceder a la tenencia de vivienda), variables de entorno y acceso (por ejemplo, exposición a contaminantes, acceso a centros de salud, acceso a supermercados) y criminalidad (como la tasa de delitos de mayor connotación social) (McLennan et al., 2011; Vásquez et al., 2016b).

De esta forma, la privación está centrada en el área geométrica de un territorio, que puede experimentar privación en una dimensión, pero no en otra. Esta propuesta para caracterizar la privación desde una perspectiva territorial —lo que permite identificar áreas que son más privadas— se encuentra con la propuesta teórica de Susan Cutter (Cutter et al., 2003), quien plantea que las unidades territoriales pueden ser más vulnerables ante desastres si se consideran las características de su población y de su territorio.

Sin embargo, a diferencia de la privación, la vulnerabilidad social tiene una doble escala: se ha sintetizado espacialmente a través de los indicadores de vulnerabilidad social, pero posee también una escala humana y vivida, que es subjetiva y no generalizable.

En resumen, aunque ha habido interés por sistematizarla a través de indicadores, del estudio de ciertos grupos demográficos más vulnerables que otros y de los casos de estudio de desastres específicos, la vulnerabilidad social en desastres es un concepto complejo y difícil de medir.

Es por ello que, considerando la gran exposición a riesgo de desastres que tiene Chile, se hace cada vez más necesario monitorear en el tiempo la vulnerabilidad social y la resiliencia de las comunidades expuestas a desastres gatillados por eventos naturales extremos. Esto permitirá caracterizar la población más vulnerable en el contexto de eventos extremos, así como influir en la toma de decisiones de actores públicos y aquellos involucrados en la recuperación después de un desastre.

 

Bibliografía

  • Aldrich, N., & Benson, W. F. (2008). Disaster preparedness and the chronic disease needs of vulnerable older adults. Preventing Chronic Disease, 5(1), A27.
  • Armaș I., & Gavriș A. (2013). Social vulnerability assessment using spatial multi-criteria analysis (SEVI model) and the Social Vulnerability Index (SoVI model)–a case study for Bucharest, Romania. Natural Hazards and Earth System Sciences, 13(6), 1481–1499.
  • Bernales M., Repetto P., McIntyre A., Vasquez A., Drury J., Sullivan G. B., & Castañeda J. (2019). Experiences and perceptions of natural hazards among international migrants living in Valparaiso, Chile. International Journal of Disaster Risk Reduction, 34, 116–128.
  • Collins T., Jimenez A., & Grineski S. (2013). Hispanic health disparities after a flood disaster: Results of a population-based survey of individuals experiencing home site damage in El Paso (Texas, USA). Journal of Immigrant and Minority Health, 15(2), 415–426, 2013.
  • Cutter S. L., Boruff B. J., & Shirley W. L. (2003). Social vulnerability to environmental hazards. Social Science Quarterly, 84(2), 242–261.
  • Fernandez L., Byard D., Lin C., Benson S., & Barbera J. (2002). Frail elderly as disaster victims: emergency management strategies. Prehospital and Disaster Medicine, 17(2), 67–74.
  • McLennan D., Barnes H., Noble M., Davies J., Garrat E., & Dibben C. (2011). The English Indices of Deprivation 2010. Department for communities and Local government, 2011.
  • Ministerio de Desarrollo Social (2015). Nueva metodología de medición de la pobreza por ingresos y multidimensional.
  • Peek L. (2008). Children and disasters: understanding vulnerability, developing capacities, and promoting resilience—an introduction. Children, Youth and Environments, 18(1), 1–29.
  • Vásquez A., Repetto P., & Ramis S. (2016). Vulnerabilidad social ante desastres naturales. In Vulnerabilidad social y su efecto en salud en Chile, B. Cabieses, M. Bernales, A. Obach, and V. Pedrero, Eds. Santiago, Chile: Universidad del Desarrollo, 231–257.
  • Vásquez, A., Cabieses B., & Tunstall H. (2016). Where Are Socioeconomically Deprived Immigrants Located in Chile? A Spatial Analysis of Census Data Using an Index of Multiple Deprivation from the Last Three Decades (1992-2012). PLoS One, 11(1).
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